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lunes, 26 de julio de 2010

Luna llena

Esta noche hay luna llena. Esta noche encenderemos una vela roja por vosotros que nos esperáis y por todas las familias que aguardan encontrar la mitad que les falta.













Una creencia china dice que si 100 familias piden el mismo deseo a la luz de la luna llena, durante la cena, con una vela encendida, se concedera el deseo.

Además, se dice que un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper. Sé que el hilo es invisible, pero yo voy a hacer mi particular adaptación de esta creencia y llevaré, desde hoy, un hilo rojo que me permita estar más cerca de vosotros.

jueves, 22 de julio de 2010

...Y se acabó el viaje de estas vacaciones




Bueno, pues ya estamos de vuelta con menos estrés, con más tranquilidad, con menos dinero y con más fuerzas para afrontar todo lo que venga.

Este año y, con la esperanza de que sea el último que podamos hacer un viaje por todo lo grande (por aquello de los niños), decidimos pasar diez diítas en México, en un resort de lujo y con todo incluído. Aprovechando las ofertas de última hora, nos montamos unas vacaciones por todo lo alto, con la única idea de descansar, descansar, descansar y descansar. Bueno, también teníamos otros deseos, a saber: desconectar, desestresarnos, descontracturarnos, desligarnos de la rutina, des, des, des, des, y más des. Cabía otra opción: tomar muuuuuucho el sol y volver morenitos, morenitos, pero al ir en época de lluvias, poco ha sido el color que hemos cogido. Aunque eso es lo de menos, porque con 34 grados a la sombra y una humedad del 90%, en más de una ocasión estuvimos a puntito de honrar a algún dios maya con una danza para que tuviera a bien concedernos un poco de lluvia. Pero afortunadamente para nuestros huesos y para la vista de los que nos rodeaban, el agua llegó solita y prácticamente nos acompañó durante todo el viaje.

El caso es que, las 9 horas de avión para llegar a Cancún se llevaron muy bien, pero las 9 de vuelta, con cambio de día incluído, con el equipaje de mano a reventar de regalitos, la certeza de saber que se acabó la tranquilidad, las tres o cuatro horas que nos esperaban en Madrid, más las dos de coche hasta Cuenca, dieron como resultado unas 30 horas sin dormir nada envidiables. Así que, nada más llegar a casa a las nueve de la noche, la que suscribe se metió en la cama casi sin desvestirse y no amaneció hasta el día siguiente a las 11.30 de la mañana. Y eso porque tenemos unos vecinitos la mar de escandalosos, que si no... mis 20 horitas de sueño no me las hubiera quitado nadie.

Pero en fin, como siempre, todo lo bueno tiene que acabar. Ahora toca echar la vista atrás y hacer recuento de las cosas maravillosas que hemos visto y vivido en este viaje. Hemos conocido una tierra maravillosa, habitada que gente estupenda, amable, alegre, hospitalaria... con una tradición tan rica como sus miles años de historia de la que dan buena muestra las fantásticas construcciones que pueblan cada rincón del país, así como las impresionantes ruinas de Chi Chen Itzá, la zona de Tulum y Cobá... o la inteligencia que demuestran al haber sabido fundir en una sola las costumbres que el paso de varias civilizciones fueron aportando al mundo mejicano.
Ahora, una vez en casa, nos quedan las fotos, los recuerdos que hemos comprado y las miles de imágenes maravillosas que guardamos en nuestra retina, así como los olores y sabores de los que hemos disfrutado durante nuestra estancia...

Ah... por cierto, esas cuatro horitas de parada en Madrid fueron para firmar con el abogado de Behbey. Y diréis "¿y por qué demonios no has empezado por ahí y no estás dando saltos de alegría?" Pues porque algunos documentos que llevamos no estaban bien, así que, como si no hubiéramos hecho nada. Pero eso es otro capítulo que dejaré para mañana.

Ahora os pondré algunas fotillos para que me tengáis un poquillo de envidia (jejejeje).







¡Y que viva México!

miércoles, 7 de julio de 2010

Leyenda de amor y vida

- Abuelo, ¿nos cuentas un cuento antes de irnos a dormir?
- ¿Un cuento? Esta noche os contaré mejor una leyenda. Prestad atención:

“Cuenta una antigua leyenda que, hace muchísimos años, cuando el lobo era el amo y señor del mundo terrestre y el halcón lo era del celeste, dos almas vieron la luz del día por primera vez y su destino se unió con el primer aliento de vida.

Cuenta esta misma leyenda que, a pesar de estar consagrados el uno al otro, pendía sobre ellos, como un pesadísimo lastre, el dolor de una traición, el color del odio y la sed de venganza.

Efectivamente. Como ya os podéis imaginar, estos seres amantes pertenecían a clanes diferentes. Clanes que, en un tiempo mucho más remoto, fueron uno solo, pues descendían del mismo hombre y se crearon en el mismo útero. Dos hermanos gemelos, idénticos, iguales por fuera y, sin embargo, opuestos por dentro. La noche y el día, el cielo y el infierno, la luz y la oscuridad, el agua y el fuego… imaginad todos los contrarios que podáis y, ni aún así, conseguiréis siquiera, aproximaros al grado de diferencia que existía entre ellos.

Sigue la leyenda diciendo que, al llegar a la edad de diecisiete, los hermanos se enamoraron de la misma mujer y, sin decírselo a ella, comenzaron una competición encarnizada para disputarse su amor. Su lucha duró once días con sus once noches y la madre, enferma de dolor y ahogada en llanto por el abismo que, poco a poco, se iba abriendo entre sus dos hijos, habló con el origen de tanto mal y le contó a la muchacha el motivo de su desdicha.

Según esta leyenda, ella decidió convencer a los hermanos de que no estaba interesada en ninguno de los dos. En ese instante, ellos, cegados por el tormento del rechazo, ofuscados por la ira, se pusieron de acuerdo en una sola cosa: si no era para ellos no sería para nadie.

Y sí, como ya habéis anticipado, acabaron con su vida.

En el mismo momento en que una gota de su sangre bañó la tierra del lugar, unas enormes nubes negras cubrieron el cielo, el sol dejó de brillar, la lluvia arreció durante días y las desgracias se sucedieron una tras otra por un solo motivo: la hermosa joven no era otra que la hija mortal de un dios. Y su maldición fue la peor jamás escuchada: si su hija no podía vivir, si su risa ya no podía ser escuchada, si él ya no podía volver a verla, ningún mortal sobre la tierra volvería a tener cordura.

La familia de ella clamó venganza: el corazón de los jóvenes, pues este fue el motor de la desgracia y los muchachos, aterrados, se acusaron el uno al otro rompiendo los pocos hilos que aún juntaban sus lazos fraternales. Huyeron cada uno en direcciones distintas y, el clan, al no poder calmar su sed de venganza con los hijos, asesinó a la madre, sacándole las entrañas por ser éste el lugar donde se engendró a los bárbaros. Y su esposo enloqueció y vagó por el bosque buscando su alma.
Nadie volvió a verlo jamás.

Sin embargo, aunque tiempo después los hermanos fundaron sus propios clanes, ninguno de sus descendientes fue feliz y, en respuesta a sus desgracias se culpaban el uno al otro.  Así fue como el odio, el rencor y la oscuridad, persiguió siempre a sus descendientes.
Mucho tiempo después, nacieron los protagonistas de esta historia, a la misma hora y el mismo día. Su destino, como ya hemos dicho, era estar juntos pues habían nacido para librar al mundo de la pena. Mas no era un destino fácil, pues ni siquiera sus clanes estaban cerca.
Narra la leyenda que, llegados a la edad de diecisiete (la misma que sus antecesores), sintiendo un impulso vital, abandonaron sus clanes y vagaron once días con sus once noches hasta encontrarse. En el mismo instante en que se vieron, se enamoraron. En el mismo momento en que se tocaron, supieron que eran uno sólo. Y en el mismo segundo en que se besaron, un profundo dolor les atravesó el corazón haciéndoles comprender que su amor estaba prohibido. Sin embargo, era tan fuerte su sentimiento, era tan primitiva su necesidad, que escaparon juntos y desoyeron la tradición de odio de sus clanes. Los dioses, enfadados por desobedecer su maldición, por ser felices, por amarse, decidieron castigarlos.

Una noche, mientras dormían, los separaron depositando a cada uno en lugares tan remotos que nunca podrían volver a encontrarse. Ella apareció en una cueva fría y oscura; él, en una explanada ardiente y desolada.

Y dice la leyenda que, tanto, tanto lloró él que se convirtió en mar y tanto, tanto lloró ella que se transformó en río.

Y como todos sabéis, el agua siempre encuentra un resquicio por donde escapar y eso hizo el alma de la joven, encontró un hueco por el que abandonar la cueva y descendió montañas, atravesó bosques y regó praderas hasta que encontró a su amado transformado en mar.

Así fue como, burlando la terrible maldición de los dioses, volvieron a encontrarse. Y esta vez se unieron y su felicidad fue tan plena que inundaron las riberas de flores y plantas.

Y según relata la leyenda, este es el motivo de que, allí donde haya agua, haya siempre vida. Porque el amor siempre busca una salida. Y siempre la encuentra".

martes, 6 de julio de 2010

Sin ganas de nada...

Pues eso, que llevo muchos días sin escribir en el blog. Pero es que tengo taaaaan poquitas ganas...
Y no es por falta de noticias, sino más bien por desánimo.
Resulta que hace ya unas cuantas semanas hablamos con el abogado de la ECAI, quien nos dijo que empezásemos a preparar toda la documentación. A saber:

- dos cartas de aval,
- una carta de motivación,
- fotocopia de los pasaportes,
- certificado de nacimiento,
- certificado de matrimonio,
- certificado de antecedentes penales,
- certificado de empleo/ingresos,
- entre 6 y 8 fotos de la familia, amigos y casa,
- 4 fotos de carné de cada uno.

Bueno, pues el caso es que empecé muy ilusionada preparando toda la documentación, convencidad de que esta semana firmaríamos con ellos y, según mis cálculos, empezaríamos a existir en Etiopía allá por octubre. El problema es que, desde que solicité mi partida de nacimento en Madrid (de eso hace ya tres semanas), aún estoy esperando a que me la manden. Según ellos tendría que ir a recogerla en el Registro Civil de Cuenca, y según los de Cuenca, jamás en la vida habían oído hablar de que las partidas de nacimiento se pasen de una  comunidad a otra cuando el solicitando ha pedido que se la envíen por correo postal a su domicilio. El caso es que yo llamo al Registro civil de Cuenca para ver si la han recibido y nadie contesta a mis llamadas, pero es que llamo a la calle Pradillo en Madrid, e idem de idem. Como resultado me encuentro con que me voy de vacaciones la semana que viene y no he firmado nada ni tengo noticias de mi partida de nacimiento.

Y yo me pregunto ¿de qué sirve matarme a preparar la documentación, a tener todo listo, a presionar a mis amigos para tener las cartas de aval lo antes posible, de suplicarle un hueco al notario para firmar, de vacunarme con suficiente antelación, si al final todo depende de un funcionario que tenga a bien enviar mi partida de nacimiento?
Supongo que no todo el trabajo que tienen se reduce a enviar partidas a domicilio, pero ¿tan complicado es imprimir, sellar y enviar? Entiendo que estén cabreados por lo que se les está haciendo con el sueldo, pero ¿tengo yo la culpa? ¿Tenemos que pagar los platos rotos personas que lo único que queremos es un maldito papel para poder ser padres? ¿Es justo que paguemos los platos de los demás?

Así que, aquí estoy, con toda mi documentación preparadita, bien guardada en una fundita de plástico transperente para no perder absolutamente nada, y con toda la ilusión por firmar hecha trizas...

Claro, que teniendo en cuenta el ritmo que ha seguido nuestro proceso, lo mismo están esperando a que nos vayamos de vacaciones para enviarnos la dichosa partida, pues desde que empezamos este camino, todas las noticias nos han llegado estando fuera de casa y, por lo tanto, las hemos recibido con varios dìas de retraso...

De cualquier manera, perdiendo un mes entero con el dichoso papeleo, sólo tengo en la cabeza que tardaré un mes más en conocer a mis hijos.

Es tan frustrante... Pero claro, pensando en positivo (o, al menos, intentándolo), ¡que todos nuestros problemas sean estos!