Agobiaros hasta este punto por la adopción.
Sí, nos afecta. Y mucho. Es normal, forma parte de nuestra vida diaria aunque creamos que tenemos la mente ocupada con otras cosas. Vamos a trabajar, nos distraemos unas horas, nos surgen problemas, buscamos la manera de solucionarlos, nos relacionamos con amigos, entramos, salimos, participamos en blogs, hacemos colchitas... y creemos que, aunque está presente, día a día conseguimos "dejarlo en un segundo plano y no agobiarnos". Mentira.
Por lo menos en mi caso. Tenemos otras preocupaciones, sí, pero nuestro subconsciente siempre está ahí, preparado para traicionarnos, para activar una señal en el momento en el que el tarro de nuestra paciencia se llena. Creemos que lo tenemos todo controlado. Incluso cuando en el trabajo tenemos dificultades, damos gracias porque así no pensamos en nuestro proceso. Pero lo único que estamos haciendo, al no reconocer que estamos preocupados, es incitar a ese monstruo que planea sobre nuestras cabezas con garras de águila y pico de halcón, que acecha a cada segundo, esperando con infinita paciencia la señal del subconsciente. Esa en la que nuestro tarro explota y comienza a lanzar destellos de luz, cual bengala en la noche, informando al monstruo de que no hay mejor momento que ese para atacar.
Y así, iniciando un descenso vertiginoso, cae con todo su peso sobre nuestro pecho. Con sus garras atrapa nuestro corazón y lo estruja hasta que nos falta el aire, nos sentimos morir, nos convencemos de que no notaremos un sólo latido más... Y creyendo que es el final, acudimos al Servicio de Urgencias.
Y ahí estuve yo el viernes. Crisis de ansiedad.
Igual, si alguno de los que me leéis habéis sufrido alguna, diréis que exagero. Pero para mí es la primera vez (y espero que la última).
Y es cierto que no todo es por la adopción. Si ese fuera mi único problema en la vida... Pero el día a día trae muchas sorpresas y nos creemos héroes y heroínas, y estamos convencidos de que podemos con todo, que con unos minutitos de paz al día podremos afrontar la siguiente mañana... Y aunque un grano no llena el granero, sí que ayuda al compañero (igual esto no es así y me lo he inventado, pero me suena bien, jijiji).
Lo bueno es que estuve taaaaaantas horas en Urgencias, que Marcos y yo tuvimos tiempo hasta de jugar al Trivial y de sacarme esta foto para el blog (gracias Marquitos, la espera fue menos larga contigo).
A día de hoy vivo medio drogada con el lexatin y el enantyum. La presión en el pecho va y viene dependiendo del momento, pero el dolor muscular sigue ahí. Lo que sí puedo decir es que, si antes creía que tenía muy claras mis prioridades, ahora las tengo más. Lo primero soy yo. Y YO así, con mayúsculas. Adoro mi trabajo. Sé que no sería más feliz en otro sitio. Pero MI CASA está por delante. Ahora cierro la puerta de mi clase a las 14:00 horas y toooooooodo se queda ahí dentro. En MI CASA no entran alumnos, ni padres, ni compañeros. En MI CASA entran amigos y familiares. Y no todos. Sólo los justos y necesarios. Y cuando cierro la puerta, en MI CASA sólo estamos los importantes.
No quiero pasar por ese susto otra vez, no quiero vivir pensando en el mañana sin disfrutar de este minuto, de este segundo. No quiero llorar por los rincones ni vivir al borde de una depresión. No quiero gritar a la gente, estar de mal humor, descargarme con quien no tiene la culpa. Pero tampoco quiero hacer esfuerzos por entender a los demás si los demás no hacen el esfuerzo de entenderme a mí.
Hoy mi ánimo está un pelín (muy chiquitito) más arriba que ayer. Y así, pelín a pelín, confío en conseguir relajarme hasta el punto de poder vaciar el tarro de la paciencia, dejarlo a cero de nuevo y tener tooooooda una vida por delante para irlo llenando.
Así que, desde aquí, os invito a sentaros con un folio en blanco delante, escribir vuestras prioridades, plantearos cuáles se pueden conseguir a largo plazo y cuáles a corto plazo. Y, directamente, id a por las metas cercanas. Las lejanas, cuando llegue el momento, se habrán colocado a la cabeza de la lista sin que nos hayamos dado cuenta.
Y sí, yo también soy de las que digo que la teoría me la sé a las mil maravillas. Será por eso por lo que la práctica siempre es más difícil de aprobar...