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viernes, 6 de diciembre de 2013

La felicidad


¿Cuántas son las cosas que uno necesita para ser feliz? Supongo que depende de la situación de cada cual. 

Pasas por la vida planeando, imaginando, deseando... Piensas que siempre habrá un momento adecuado para hacer todo lo que tienes en mente. Crees que está todo perfectamente organizado y temporalizado y, sin embargo, la vida nunca te permite ceñirte a lo ideado.

La improvisación es lo que vale. Es lo que añade esa chispa a la vida. A veces desespera, a veces asombra. 

¿Cuándo es el mejor momento para cada cosa? ¿Cuándo da la mayoría de la gente un paso determinado? Vivimos rodeados de estadísticas pero raras veces en mi vida los acontecimientos han surgido conforme a lo comúnmente establecido.

¿Y qué pasa con los niños? Los niños sí que son impredecibles. 

En el tiempo que ha durado mi espera adoptiva he devorado noticias relativas a los tiempos en los que suelen suceder las cosas. Pues bien, con mi hijo todo ha sido fuera de plazo: antes o después, pero nunca "durante". 

Los niños tienen la asombrosa capacidad de "ser" cuando quieren ser. Y punto. Descoloca llevar en la cabeza un esquema de fechas aproximadas y creerte preparada para cada una de ellas para luego... bueno, para que simplemente se rompan todos y cada uno de ellos.

Una tarde, como tantas otras, estás en la ducha con el peque. Todo va conforme lo acostumbrado: son las siete y media de la tarde, comienza la rutina de la relajación antes de ir a dormir. En este punto, para mí se han acabado los juegos movidos y entramos en modo "off". Evidentemente es algo que NUNCA consigo a la primera. D. adora la ducha y todas las diversas monerías que se pueden hacer en ella. Además, la mampara es un lugar tan fantástico como cualquier otro para dibujar. Así aprendió a realizar los números del 1 al 4 y las letras de su nombre con el dedo en el cristal (mucho más fácil que con el lápiz) en muy poco tiempo, por lo tanto, tampoco puedo negarme a esta diversión. Cantar bajo el chorro del agua y que nunca consiga decir una sola palabra bien pronunciada es la mar de divertido y por mucho que una diga "D. hurry up!" D. sigue cantando. 

En estas estaba yo el pasado 18 de noviembre, pendiente del tiempo que me quedaba para echarle aceite, desenredarle el pelo, darle la cena y meterlo en la cama (previa lectura del cuento "Siempre pienso en ti", muy recomendable, por cierto). Una hora escasa teniendo en cuenta que quedaban pocos minutos para las ocho y, cuando estoy poniéndole el albornoz y diciéndole "Let's go, it's dinner time", me pone una mano a cada lado de la cara y me dice muy serio, en un correctísimo castellano: "Mamá, te quiero mucho". 

Llevábamos exactamente cuatro meses y 23 días juntos. ¿Mucho? ¿Poco? Está claro que él no necesitaba más tiempo para decirlo. Pero a mí me pillo tan de sorpresa, que durante un par de segundos no pude hacer otra cosa que no fuera mirarle. Y ahí siguió él, aguantando la mirada, muy callado, muy serio... Y luego rompió a reír y yo con él claro, mientras me lo comía a besos y a abrazos y le decía: "Yo también te quiero mucho, muchísimo, muchísimo".

Desde entonces, está más cariñoso, muuuucho más cariñoso. Nos da besos de forma espontánea y te echa los brazos al cuello a cada minuto. Te mira y sonríe y sólo él sabe lo que está pasando por su cabeza. 

Para mí, todo empieza a estar bien. La tranquilidad y la normalidad están entrando en casa y la felicidad, poco a poco, comienza a dejar de marear y a establecerse como uno más entre nosotros. Cada día. Sin tiempos determinados ni momentos establecidos. Sin ceñirse a estadísticas. Sucede cada mañana con cada nueva sorpresa que D. nos regala sin saberlo. Mi príncipe simplemente ES y nosotros somos con él. 


2 comentarios:

Ángeles Ibirika dijo...

¡Qué bonito, y seguramente muy soñado, ese momento de «te quiero, mamá»! ¡Cómo me gusta saber que todo va como debe ir; mejor que bien! Sin duda lo merecéis.
¿Qué hace falta para ser feliz?... Poco, muy poco. Y yo diría que a medida que vamos cumpliendo años cada vez necesitamos menos. Que quienes tenemos al lado sonrían felices. Con eso nos basta y nos sobra. De hecho, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos y podríamos llegar a tener, a cambio de ver esa sonrisa siempre.
Como se acerca la Navidad y durante estas fechas se nos permiten pedir deseos, yo deseo que tú y quienes te rodean no perdáis nunca esa sonrisa de felicidad.
Un beso enorme :)

María J. dijo...

Que requetebonito! Precisamente hoy me han dicho que la felicidad no es un momento, ni una meta, sino algo que debe estar en nuestro interior. Y precisamente eso es lo que pienso y siento, así que a ser felices y a hacer felices.

Un beso.
María J.