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miércoles, 27 de mayo de 2015

La cigüeña viene de Etiopía... y de Brasil







El 26 de junio se cumplirán dos años de la sentencia que nos convirtió en una feliz familia de tres miembros. En este tiempo han pasado millones de cosas maravillosas, unas más que otras, pero ninguna mala, pues nuestro baremo para calificar las experiencias ha cambiado de forma radical. 

Cuando decidimos embarcarnos en la aventura de la adopción, sabíamos que en el camino nos encontraríamos muchas más espinas que rosas, pero al final llegaríamos a la lluvia de pétalos al estilo American Beauty en el que solo habría cabida para la felicidad (Sí, esto es muy cursi, pero así son los sentimientos...) Y efectivamente. Hoy podemos decir bien alto que todo, absolutamente todo, mereció la pena. No hay  nada comparable a la sensación de abrazar tu hijo por primera vez. En ese momento fuimos conscientes de que antes o después repetiríamos experiencia (Y esto es una pista. Vale, el título de la entrada también). En el segundo en el que D. vino corriendo a echarse en nuestros brazos, todo el dolor y el sufrimiento pasaron a un segundo plano. Atención: no he dicho "se olvidó". He dicho "pasaron a un segundo plano". No creo que jamás sea capaz de olvidar las penumbras de la espera, pero sí he aprendido a aceptarlo como una pieza clave de este embarazo y parto de elefante que es la adopción. Es inútil desear un proceso adoptivo fácil y rápido. No creo que existan muchos casos así. Los habrá, probablemente, pero serán los menos y la excepción que confirme la regla. 

Ahora mismo, en el país que vio nacer a mi hijo, hay una pareja amiga que está disfrutando de las mismas emociones que sentimos nosotros hace dos años. Desde el sábado, no hay día que no piense en ellos. Llevo cuatro días reviviendo momentos, sensaciones y hasta olores. Me he encontrado en más de una ocasión a punto de llorar recordando lo maravilloso que fue pisar suelo etíope, ser consciente de que estábamos allí, a escasas horas de llegar al otro extremo del hilo rojo que llevábamos años sujetando. E insisto: no hay nada comparable. 

Como he dicho al principio, los claroscuros de la adopción no se olvidan. Se utilizan para construir lo que somos hoy, para disfrutar más si cabe de cada segundo pasado con nuestro hijo, de cada "good morning, Mom!", de cada "¡Jo, tío! ¡Es que te quiero muchísimo!", de cada rabieta también, de cada descubrimiento y de cada logro. 

Y aquí nos encontramos hoy. 

Llevamos ya un tiempo reviviendo el proceso que nos llevó hasta D.aunque en otra dirección. Y más tranquilos, más calmados, menos expectantes pero igual de ilusionados. Estamos embarazados otra vez. Y de dos. 

En junio de 2014 hicimos la solicitud de adopción nacional. A día de hoy siguen valorando a las familias de 2009 en Casitlla La Mancha. Quizá eso es lo que nos ha impulsado a no esperar de brazos cruzados. Y hoy hemos entregado en Bienestar Social la solicitud de adopción internacional. El siguiente miembro de nuestra familia llegará de Brasil y tendrá, como mínimo, 5 años. Si todo sale bien, un poco más tarde llegará el último.

Desde aquí quiero pedir perdón a nuestros padres y hermanos porque hemos llevado todo el proceso en secreto. A estas alturas, cuando me leáis, ya os habremos explicado por qué lo hemos hecho, y también os habremos pedido que procuréis llevarlo con la misa calma que nosotros. El proceso de D. fue el primero y por tanto, mucho menos llevadero para todos. Doloroso y, a veces, casi destructivo. Queríamos que fuera YA, necesitábamos noticias cada poco tiempo y eso, lejos de ser positivo, lo hacía más complicado. Esta vez nos hemos tomado nuestro tiempo. La ilusión estaba y está ahí, ya digo que estando en Etiopía sabíamos que repetiríamos, pero hemos querido hacerlo en pequeñas dosis, sin mucho ruido. Pero como todo, cuando ilusión y niño se juntan, el secreto desaparece. D. ya no podía aguantar más el estar callado y no compartirlo con nadie (Mamá, ahora es cuando tú dices que ya te lo imaginabas). La cara de felicidad que ha puesto cuando hemos salido de Bienestar Social, con una carpeta igual que la suya para el hermanito o la hermanita, no creo que pueda olvidarla nunca. Podíamos haber elegido la opción de no decirle nada hasta el último momento y hacerlo solo entre Marcos y yo, pero esto es cosa de los tres y hay que entender que D. solo tiene 6 años y lleva pidiendo un hermano desde que aprendió español. Hemos tardado un año entero en dar el paso y lo hemos hecho a nuestro ritmo. 

Sé que a partir de ahora todos retornaremos a la vida de incertidumbres que crea el no saber cuándo haremos las entrevistas, cuándo enviarán el expediente a Brasil, cuándo llegará, en qué momento estamos, cuántas familias hay por delante, cómo van las asignaciones y el largo etcétera que conforman los mil y un pasos de la adopción. Pero, de verdad, queremos llevarlo con calma. 

Sé que D. no nos va a dejar mucho tiempo para dar vueltas a todo en nuestra cabeza. Eso no quiere decir, en absoluto, que la espera de la llamada de Brasil sea menos deseada que la suya. O incluso que castiguemos en un rincón la de Nacional solo por saber que es mucho más lenta. Simplemente el tiempo pasa más deprisa con D. en casa y este es un camino que ya conocemos. Así que, desde mañana por la mañana, a mi taza de leche con colacao le añadiré una buena cucharada de paciencia, de esa que empecé a acumular aquel septiembre de 2009 cuando nos presentamos en Bienestar Social diciendo que queríamos adoptar. 

Volveré a estar activa por aquí, aunque no sé con cuánta asiduidad. 

D. tiene su historia bloguera. Sus hermanos también la tendrán.





1 comentario:

Unknown dijo...

Sabíamos que no os podíais quedar solamente con D.
Paciencia, sí, pero para todos, que ya empezamos a impacientarnos.
Felicidades por la decisión!!
Besitos de Carlos y Nieves para los tres.