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lunes, 24 de enero de 2011

1 Año y un cuento (1ª parte)


El sábado 22 de enero cumplimos un año en esto de la adopción.
Si soy sincera, echando la vista atrás, me doy cuenta de que se ha pasado muy deprisa. Sin embargo, si hago memoria de cada día que he sufrido en este viaje... se me antoja un durísimo camino. Por eso, quiero pensar que ya estamos cerca. Si no es así, intentaré animarme recordando que un año no pasa tan despacio...

Para celebrarlo, he desmpolvado un cuento que terminé hace ya unos cuantos días. Espero que os guste.


Días claros y días oscuros

Hay días brillantes y días grises. Días alegres y días tristes. Días soleados y días lluviosos... Tendemos a pensar que los luminosos son losmejores porque hacen que se nos transforme el humosr, que nos llenemos de energía y que las penas no sean tan horribles. Pero esto ocurre porque no sabéis el motivo de que la lluvia, el viento, el granizo o las nubes negras se alternen con sus opuestos.
Veréis:

Todo ocurrió hace mucho tiempo. Pero cuando digo "mucho", haceos a la idea de que es MUCHO. En realidad, fue hace mucho  más que mucho.

En un principio, la mitad de los seres divinos que ocupaban el planeta desprendían luz, mucha luz. Una luz inmensa... Demasiada. Tanta luz desprendían que hasta se molestaban unos a otros. Era difícil saber con quién se estaba hablando, pues tanto deslumbraban que el fulgor prácticamente cegaba e impedía ver los rasgos de los interlocutores. Llegó un momento, además, en el que la luz comenzó a molestar tanto que ni siquiera podían dormir.

La situación era insostenible. Nadie era capaz de pegar ojo, se levantaban agotados, irritables, furiosos y, lo que un día fue un lugar apacible, alegre, feliz, comenzó a convertirse en un sitio hostil. El mínimo error era motivo de riña. Todo sentaba mal y era tomado como una provocación. Habían tomado mil y una decisiones para que este problema se solucionase, pero ninguna medida funcionaba.

El Gran Anciano y la Gran Anciana estaban muy preocupados. No podían evitar que su mundo fuera cada vez un lugar peor y, por eso, habían llegado a plantearse algo muy peligroso: apagar la Luz Madre. El problema era que los seres divinos luminosos vivían gracias a esa misma luz, pues ésta alimentaba su interior. Eran lo que eran gracias a ella. Si la luz se apagaba, ellos también lo harían y entonces... Entonces todo terminaría para siempre.

Por supuesto, los Grandes Ancianos tenían mucho miedo. Esta decisión supondría el fin de todo. O, al menos, el fin de la luminosidad. Pues recordemos que sólo la mitad de los seres divinos eran luminosos. Así que decidieron dar una vuelta más al tema y consultar al Consejo de Sabios. Este Consejo estaba formado por seres que existían desde el comienzo de todo. Nadie sabía exactamente desde cuándo. Desde el comienzo y punto. Pero desde el comienzo de los comienzos, además.

Los Sabios sabían que era un asunto muy delicado, no podían tomar una decisión tan importante a la ligera. Su obligación era dar muchas vueltas al tema. Y eso mismo hicieron. Literalmente. Escribieron el problema en una tablilla hecha fragmentos desprendidos de la Luz Madre y se reunieron en torno al Gran Árbol Central, aquel del que salía la savia que alimentaba el mundo animal y vegetal. Y se dispusieron en círculo a su alrededor. De uno en uno, cogían la tablilla y la leían, la tocaban, la olían... y se la pasaban al siguiente. Y luego al siguiente. Y al siguiente... Así hasta que llegaban al primero. Y vuelta a empezar. Mil ciento once vueltas llevaba ya la tablilla cuando, de pronto, a uno de ellos se le ocurrió una solución. La comentó con los compañeros y se formó un revuelo. Los más conservadores no lo veían del todo claro, pues significaría cambiar mucho las cosas. Entre los demás... bueno, entre los demás había de todo: aquéllos que enseguida se entusiasmaron con la idea, los que estaban indecisos, otros que querían pero no se atrevían... En fin, una gran mezcla de opiniones.

Finalmete, como no se ponían de acuerdo, decidieron someterlo a votación. Y la idea fue aprobada por mayoría. Justita, pero mayoría al fin y al cabo. Así que fueron a contárselo a los Grandes Ancianos. A éstos también les costó aceptar un cambio tan grande, pues desde que ellos recordaban (y era mucho) nunca se había escuchado una cosa así. Su mundo había sido así siempre. O, por lo menos, desde que ellos estaban allí. Pero no había otra solución posible. O se daban prisa, o todo abaría siendo un caos.

Así pues, mandaron llamar a dos emisarios y se les encomendó una tarea muy especial: atravesar montañas y valles, ríos y lagos, bosques y prados... recorrer miles y miles de kilómetros, andar sin descanso durante días y noches y, finalmente, llegar casi a la otra punta del mundo.



Lo dejo aquí porque no quiero que se os haga muy pesado. Deseo que os esté gustando.
Mañana, en cuanto tenga un ratito, os cuelgo la segunda parte.


4 comentarios:

Ester dijo...

Muchisimas felicidades por ese añito...es un añito menos que os queda para poder abrazar a vuestro peque!!!

El cuento precioso...ya me gustaría a mi poder escribir así.

Muchos besitos, Ester.

Centdesitjos dijo...

Oh... me he quedado a medias!! ;^)
Vale, pues me espero a mañana...
Un besote y aunque suene raro, FELIZ primer cumpleaños!!! Sí, sí, feliz, porqué así es como debemos sentirnos en la mayoría de momentos, felices por estar un poco más cerquita de nuestros peques!!

Nieves dijo...

Me encanta este cuento, ya estoy deseando la continuación.
Espeor que se lo leas a tus niños del cole, porque les va a gustar.

Un besazo

Olga y Miguel dijo...

Ya estoy impaciente de ver como acaba la historia!
Un abrazo

Olga