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viernes, 12 de julio de 2013

¡Ya queda menos!



En estos cuatro días que no he escrito, han pasado varias cosas:

La primera, que la tarde en la que publiqué la última entrada, nos llamó el representante para que fuésemos a hacer fotos a D. y copias de nuestros pasaportes para poder ir a Inmigración. Cuando le dijimos a D. que tenía que vestirse corriendo, nos miró un poco mal, pero al explicarle que necesitábamos fotos para poder volar a España, se puso tan contento. Nos acompañó un trabajador del hotel, muy simpático por cierto, hasta el fotógrafo más cercano y se quedó con nosotros todo el rato. D. sale guapísimo, aunque se quedó un poco sorprendido del fogonazo del flash. 

A la mañana siguiente, vino el representante a por nosotros. Menos mal que comprobamos la documentación antes, porque la fecha de nacimiento de D. que él tenía era de un año posterior. Nos costó convencerlo de que D. no es del 2009, sino del 2008. Decía que no había problema, que daba igual. No sé si en la Embajada nos hubieran echado todo para atrás por diferencias entre la partida de nacimiento de D. y la fecha que nosotros tenemos en la documentación que nos dieron en Bienestar Social y que tenemos que presentar pero, por si acaso, no queríamos correr riesgos. Además, por muy poco que mida D. su desarrollo no es el de un niño de tres años. Ni por asomo. Total, que nos pusimos cabezotas y, al final, el representante dijo que lo cambiaba, pero que deberíamos retrasar todo un día. ¿Y qué es un día cuándo ya llevas en Addis tres semanas? ¿O cuando llevamos tres años y medio en el proceso de adopción?

Total, que a las nueve de la mañana del miércoles, vino a buscarnos la secretaria del representante. Nos subimos en un híbrido entre furgoneta y minibus, y nos fuimos a Inmigración. El concepto que yo tenía hasta entonces de colas para entrar cualquier sitio, cambió de manera radical. Aquello parecía un caracol humano. Gente, gente y más gente. Y como aquí todo funciona así, Marcos por una puerta y D., la secretaria y yo por otra, colándonos con todo el descaro del mundo. Yo me quería morir. No sé si a toda esa marea de personas le molestó o no que pasáramos por delante, pero en dos minutos estábamos dentro. Y a saltarse la fila otra vez. Todos allí de pie, sentados, esperando su turno y nosotros de una sala a otra, ignorando las caras que nos miraban. En poco más de cuarenta minutos teníamos todo lo necesario para ir a la Embajada.

De nuevo,a la furgoneta y un buen ratito de tráfico hasta que llegamos. Solo se bajaron la secretaria y Marcos y D. y yo tuvimos que esperar cerca de una hora, pasando calor. Allí dejaron el expediente de D. y la solicitud del visado. Ahora nos toca esperar a que lo revisen y nos llamen para ir a recogerlo. En teoría, el miércoles que viene podremos volver a casa. 

La segunda aventura, llegó en el viajecito de vuelta de la Embajada: una nueva rabieta. Pero esta vez de las gordas. De las que conseguirían sacar de quicio al Santo Job, y todo porque D. quería cambiarse de sitio en el taxi. El vehículo en cuestión habría que verlo: no voy a hablar de la limpieza porque no tiene sentido, guarro es poco; todos los hierros por fuera y tan solo un par de barras horizontales separando la zona del conductor de la de los pasajeros (que digo yo que se le ocurriría ponerlas a alguien que salió despedido por el parabrisas tras uno de los mil frenazos salvajes, muy salvajes, de los que se estilan aquí). El caso es que D. quería sentarse en uno de los asientos que dan al pasillo que hay hasta la puerta. Y vosotros diréis "¿y cuál es el problema?". Bueno, pues en un crío tranquilo no existe tal problema, pero en D, que se cayó del asiento con el coche parado (que parece que lo alimentamos a base de coca-cola del movimiento que tiene), el problema en mitad del tráfico caótico de esta ciudad, se convierte en un problemón. Y claro, le dije que no. Se sentó en el suelo, detrás del asiento del conductor, y comenzó el espectáculo. Y a todo esto, va la secretaria y me mira perdonándome la vida mientras me suelta: "No puedes hacer esto, no lo estás haciendo bien. No hay que dejar que los niños lloren". Hala, y se quedó más ancha que larga (ahora entiendo el "genio etíope". Si te dejan hacer lo que te apetece desde que eres pequeño con tal de que no llores, ¿qué humor vas a gastar cuando te digan que no a algo?). Bastante cabreada estaba yo como para aguantar eso, así que le contesté que lo que no se puede permitir es que no aprenda a aceptar un no o que siempre se salga con la suya. Así que, se dio la vuelta y se puso a hablar con el conductor. 

Me apuesto el cuello a que me estaban poniendo a parir. Como si yo no estuviese acostumbrada. Con lo reservada que soy en un primer momento, estoy habituada a caer mal a la gente y a que me pongan fina (luego soy muy maja, ¿eh?, pero de entrada soy "especial", jiji), por lo tanto, dejé que dijeran de mí lo que les apeteciera y seguí mirando por la ventana. Claro, a los veinte minutos de berrinche, teníamos ya la cabeza como un bombo. Llegamos al hotel y lo tuve que bajar en brazos mientras pataleaba y llevarlo a la habitación. Pero ahí no acabó todo. Aún nos quedaba otra media hora de lloros y gritos, hasta que D. se quedó dormido en el suelo. 

Cuando Marcos lo cogió para subirlo a la cama, el espectáculo continúo y D. nos obsequió con otros cuarenta maravillosos minutos de sus extraordinarias facultades pulmonares. ¡Bieeeeeennnnnn! Un extra de la actuación que anterior. Como en los grandes conciertos cuando el cantante sale para regalar al público una última canción. Si es que es más majo mi chico...

A estas alturas de la película, yo no sabía si tirarme por la ventana o marcharme de la habitación. Ceder está claro que no se podía. Entiendo que el origen de su rabieta no era el asiento del taxi. Muchos más factores influyeron, pero el No es No. Así que aguantamos hasta que volvió a quedarse dormido, esta vez en la cama y, casi una hora más tarde, se despertó. D. sabía que yo estaba muy enfadada con él y por eso no me llamó cuando se levantó. Me evitó todo el rato, incluso en la comida. Es este punto el que me confirmó que, si bien el idioma es muy importante para explicar las cosas y ahorrar enfrentamientos, el lenguaje no verbal (que lo mejor que tiene es que es internacional), hace maravillas a la hora de comprender los sentimientos.

Una vez en la habitación y ya preparados para la siesta, D. le preguntó a Marcos por mí y entonces sí se acercó, pasito a pasito y tanteando mi energía, para ver si estaba receptiva. Y sí, ese sí era el momento para abrir los brazos, dejar que se subiera en mis rodillas y poder darle mil y un besos. Y  los dos juntitos nos fuimos a dormir. 

Y por último, en estos cuatro días, he cogido la tiña. D. me la ha pegado. Tanto tiempo las cabezas juntas, al final me la llevo de recuerdo a Cuenca. A ver, si uno tiene las defensas normales (no digo altas), pues no hay problema. Pero cuando las tienes a ras de suelo y luchando día a día por levantarse un poco... te toca el euromillón. Empecé con una manchita en la barbilla. Parecía una rozadura y escocía de la misma manera. Pero poco a poco fue creciendo y ahora es de un rosa espectacular y tiene muchos puntitos blancos monísimos, exactamente iguales a los que tiene D. en la cabeza. ¡¡¡Y pica como mil demonios juntos!!! Si al pobre mío le pica así la cabeza... Así que esta mañana hemos ido a la farmacia y nos han dado una crema para los dos y un champú para D. Esto último me lo voy a echar yo también que, aunque en el cuero cabelludo creo que no tengo, mal no me va a hacer. Más vale prevenir que curar. 

En otro orden de cosas, esta tarde quiero ir a hacerme las trencitas de todos los veranos a la pelu que hay enfrente del hotel. Es un peinado comodísimo para el calor. Además, si al final resulta que tengo tiña también en la cabeza, aplicarme la crema será mucho más fácil.

De momento, nada más. Voy a despertar al príncipe que ya le toca merendar. 

3 comentarios:

VERÓNICA Y JOSÉ FCO. dijo...

Ayyyyyy Laura ya te echaba de menús, la riña por lo visto en una semanera o así con esa crema o quince días fuera ya verás. Vaya con las rabietas de D. Pero lo estáis haciendo genial diga lo q diga la sra. Secretaria. A ver si para cuando volváis a cada ya esta más calmado en otro terreno. Muchos besos y ojalá estéis pronto aquí.

marina dijo...

¡Cómo me identifico con las rabietas!mi peque también las monta en cuanto no le cuadran las cosas.Un saludo

Samaiaui dijo...

Vaya, que aguante con las rabietas. Y la secre, ya se podía meter en sus auntos, digo yo.
Cuídate, bueno cuidaros la tiña, que los hongos son muy resistentes. Si el prospecto dice 15 días, o los que ponga, no lo hagas ni uno menos. O volverán.
Los hongos son malos, malos, pero malos de eliminar, te lo digo por que trabajo en microbiología y los conozco un poco.

bueno, rabietas a parte, el resto del rato está para comérselo, seguro!!!!

un beso